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Columnas y artículos de opinión
Kairós
Otoño Mexicano: la voz de los enfosados
Francisco Montfort Guillén
29 de octubre de 2014
alcalorpolitico.com
El tiempo y el imaginario colectivo se toman de la mano. El viento suave y freso, empujado por los primeros nortes. La tristeza congénita de nuestro pueblo. La melancolía cultural nacida del sistema. La inauguración de las fiestas con el homenaje a los fieles difuntos y las reverencias divertidas a la muerte. Este es el marco social de la insurgencia civil en el otoño de nuestros calendarios culturales. Otoño le va bien a la forma de ser de la mayoría de los mexicanos. En otoño aconteció la masacre del 68. En otoño estamos nuevamente en una insurgencia en contra del Estado con las voces, los reclamos de las víctimas de Ayotzinapa. No la Primavera Árabe. Sí el Otoño Mexicano. Antes fue una lucha por las libertades. Hoy es una batalla en contra de la impunidad, la corrupción y a favor de un sistema de justicia que defienda a los ciudadanos, no a los intereses de los hombres del Estado.
 
México, efectivamente, está en movimiento. Pero no en torno, como lo deseara el gobierno, a las posibilidades de progreso que ofrecen las reformas emanadas del poder legislativo. El movimiento, inesperado, surge de una tendencia de ruptura del orden social provocada por la casi guerra civil en hemos vivido los últimos años por la guerra al narcotráfico. El azar de Ayotzinapa. El hartazgo de vivir con miedo. El repudio a las muertes inútiles de los jóvenes mexicanos militantes de las bandas criminales y de las fuerzas armadas. Todo se juntó. Porque las víctimas en su mayor parte tienen una base común. Todos con el mismo origen humilde, de extracción campesina que encuentran, en esos bandos contrarios, la salida a su infortunio de nacimiento.
 
México está en movimiento porque no acepta como destino la inseguridad, el miedo, el terror, la tristeza infinita y la amargura de las lágrimas por los familiares y amigos enlistados en el crimen, o en la policía, en las fuerzas armadas; México está en movimiento por los seres queridos asesinados, mutilados, raptados, violados, secuestrados, desaparecidos. México está en movimiento porque está atiborrado de violencia, de cinismo, de promesas incumplidas, de corrupción, de impunidad.
 

El movimiento de México ha unido a los ciudadanos mejor preparados con las clases sociales menos protegidas. Estudiantes y padres y madres campesinas se han movilizados porque sus integrantes han sido vulnerados. Pero no se trata de un movimiento juvenil universitario como lo supone el presidente de la república, que ha invitado a los rectores de las universidades ha reunirse con él para dialogar en torno a este movimiento. Ya es un movimiento de clases medias. Los actores en lucha son ahora los directamente afectados, pero no representan a todos los insatisfechos.
 
La insurgencia, como lo demuestran las manifestaciones públicas, une a diferentes ciudadanos en torno a una demanda concreta, sí, pero también de esa manera expresan su inconformidad con la vida cotidiana que nos envuelve en la soledad de la angustia provocada por el temor a las violaciones de su integridad física, emocional, material. Los pasos que retumbaron con la seguridad de la marcha pacífica son los pasos que representan a los mexicanos enfosados, los mexicanos desaparecidos, asesinados, enterrados en fosas comunes en donde se pierde toda identidad, toda individualidad, toda condición humana.
 
Las voces de los enfosados se escuchan en los planteamientos de un movimiento sin líderes políticos, que no necesitan de instituciones del sistema para gritar sus principales demandas. Se trata de un movimiento social sui géneris. Las convocatorias se realizan principalmente por medio de las redes sociales sustentadas en los nuevos sistemas de comunicación. Los liderazgos no son evidentes porque estamos frente a un movimiento social de condición horizontal en donde lo importante es la participación en las protestas que van configurando demandas.
 

Vemos un movimiento social realmente moderno, de clases medias bajas y medias/ medias, que representan a los ciudadanos afectados de las clases altas, cuyos métodos de organización son sostenidos por jóvenes estudiantes normalistas y familias campesinas del estado de la república con mayor atraso social. Los normalistas y los padres de familia han reunido en torno suyo a más estudiantes de universidades públicas y privadas, a estudiantes de preparatoria que están convocando a una marcha y un paro nacional para el cinco de noviembre. Nunca antes se había dado este fenómeno en sus alcances nacionales, con orígenes en un estado tan atrasado y olvidado por las autoridades.
 
El azar de Ayotzinapa permite una demanda específica: <Vivos se los llevaron. Vivos los queremos>. La petición inicial, nacida en los años de la llamada <Guerra sucia> del Estado mexicano, propuesta por doña Rosario Ibarra de Piedra, hoy ha tomado una relevancia inusitada. Pasó de ser una demanda ubicada en la periferia del sistema para colocarse en el corazón de la protesta en contra del Estado mexicano. Esta petición profunda, humanitaria, concreta otorga fuerza al movimiento, lo vertebra, le otorga dirección.
 
Sin embargo, los alcances de esta demanda crecen hasta volver vulnerable al Estado mexicano. Porque detrás de esa demanda lo que existe es un desafío a la existencia misma del sistema político. Mal hará el gobierno federal en pensar que resolviendo este caso en términos de su condición policíaca podrá continuar con su accionar cotidiano. La exigencia de fondo es que el Estado garantice la aplicación de la ley en todos los ámbitos de su funcionamiento, es decir de toda la vida social. La exigencia de fondo es que termine, de una vez por todas, la impunidad hacia todas aquellas personas que han hecho de los presupuestos públicos y de su poder un feudo, una garantía de enriquecimiento personal. Esto incumbe a políticos, empresarios, funcionarios en todos los niveles en todo el país, en todos los poderes públicos, es decir en el Estado mexicano.
 

Los pasos de estas marchas retumbarán fuerte porque son el regreso de todos los enfosados, los sin nombre, los perdidos sin causa ni justificación alguna. Las mujeres de Juárez y del estado de México, los inmigrantes de San Fernando y todos aquellos que han sido raptados, torturados; los que han sido asesinados y luego enfosados en cada una de las entidades del país, lo mismo por la delincuencia que por las fuerzas públicas del orden. Escucharemos los pasos de los muertos que regresan para reclamar una santa sepultura, una oración, una lágrima que nos recuerde el nombre que en vida llevaron. <Vivos se los llevaron. Vivos los queremos de regreso>.