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Columnas y artículos de opinión
José Luis Lobato Campos
Guillermo H. Zúñiga Martínez
25 de octubre de 2014
alcalorpolitico.com
En el año de 1962, el joven José Luis Lobato Campos se desempeñaba como catedrático en la escuela Preparatoria fundada en 1843 por Antonio María de Rivera, por acuerdo del discutible político xalapeño Antonio López de Santa Anna. Asistí a clases en ese espléndido edificio y encontré que el profesor de Ética, era el inquieto y culto orizabeño, razón por la cual tuve la oportunidad de ser su alumno en esa materia interesante para la formación del ser humano por el contenido filosófico que tenía que aportar. Explicaba bien y dialogaba con los estudiantes para alcanzar el conocimiento. Así inicié mi relación con tan singular mentor.
 
Dejé de frecuentarlo porque se dedicó a otras actividades en la ciudad de México, pero en 1974 volví a entrar en contacto con el Licenciado, Profesor y Contador Público, debido a que el destacado jurista Julio Patiño Rodríguez me había recomendado con el candidato a Gobernador del Estado de Veracruz, Don Rafael Hernández Ochoa. En cierta ocasión platiqué con él sobre su magnífico proyecto de gobierno, y tuve el privilegio de pactar una entrevista con el hombre de Vega de Alatorre, quien conversó ampliamente con Lobato Campos. A partir del 1 de diciembre de 1974, Don Rafael lo nombró Director General del Instituto de Pensiones del Estado de Veracruz.
 
El maestro Lobato despachaba en el edificio ubicado en Zaragoza y Leandro Valle, en Xalapa; a mí me correspondió ocupar la Dirección General de Educación Popular en el mismo inmueble; en otras palabras, fuimos compañeros de trabajo durante los seis años que Don Rafael condujo al pueblo por senderos de progreso, coincidencias, amabilidades y concordia.
 

Lobato Campos fue autor de una propuesta sorprendente; transformó la dependencia que le habían confiado, porque le impuso un trabajo lleno de alegría y grandeza, con líneas nuevas y proyectos atractivos para todos los paisanos: empezaron a brotar tiendas de servicios en distintos lugares, adquirió hoteles, fundó farmacias e hizo que sus compañeros de trabajo estuvieran atentos a su inteligencia y creatividad.
 
Se interesó en que conversáramos sobre un tema que nos involucraba y acepté con agrado; por lo que me dijo: Deseo hacerte saber que me apasiona fortalecer el hotel Xalapa, porque la institución que represento lo compró para ponerlo al servicio del turismo nacional, pero quiero que sea más grande, por lo que te pido me des la oportunidad de utilizar el espacio de que dispone la escuela Manuel R. Gutiérrez. Ante esta proposición le pedí que me dejara analizar la posibilidad de acceder, pero sin crear problemas para los alumnos que concurrían a esa institución, y cuando lo volví a ver para conversar sobre el tema, le dije: Estoy de acuerdo, siempre y cuando usted invierta para construir dos planteles, uno muy cerca de este lugar y otro en un espacio distinto, él me animó diciéndome que cumpliría con mi demanda y así se acordó: Fundaremos la escuela Manuel R. Gutiérrez a 50 pasos del hotel Xalapa y construiremos un edificio que llevará el nombre de Antonio Peñafiel, en los terrenos que el IPE administra en la Unidad del Bosque. 
 
Me preguntó las razones por las cuales proponía la creación de estos dos colegios y respondí: Maestro, le comunico que si usted acepta, al centro escolar Manuel R. Gutiérrez irán un buen número de profesores que pertenecen a un sindicato y, al nuevo, acudirán los de otro importante grupo. Así quedará resuelto un problema de relaciones humanas. Por tratarse de ti, replicó, Pensiones invertirá en las aulas que sean necesarias y podremos ampliar las instalaciones del Hotel Xalapa.
 

Lo que deseo destacar es que mi relación con él, fue atenta y respetuosa, plena de confianza y colaboración recíprocas. En la ciudad de México, convivimos varias veces y platicamos con soltura sobre los proyectos que tenía como político. Recientemente le habían propuesto representar a Xalapa, lo que declinó por razones obvias dado que había nacido en Orizaba; por eso he manifestado mi reconocimiento, porque tenía congruencia y nitidez en su proceder público.
 
Quiero expresar que siempre estimé al maestro José Luis Lobato Campos; sentí que haya dejado este mundo y elevo mis mejores votos por que haya conquistado ternura y paz en su reciente vida.
 
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