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Columnas y artículos de opinión
Café científico
Cabras, ratones, café y cromosomas
Paula Ximena García Reynaldos
29 de agosto de 2014
alcalorpolitico.com
No es nuevo que a los seres humanos nos guste tener de acompañantes a ciertos animales: se considera que la domesticación de animales con diversos fines inició hace más de 10,000 años y desde entonces las personas hemos aprovechado a los animales para alimentarnos, acompañarnos y también para auxiliarnos en ciertos trabajos.
 
Sobre los trabajos en los que nos han auxiliado desde hace mucho los animales domesticados, hay algunos que han sido casualidad, como por ejemplo su participación en el “descubrimiento” del café: una de las leyendas sobre cómo se conoció que los granos de café resultaban estimulantes tiene que ver, justamente, con un rebaño de cabras que accidentalmente se comieron los granos de un cafeto silvestre y terminaron mucho más saltarinas y alocadas que de costumbre, con lo que su pastor consideró que los granos del arbusto que se habían comido tenían algo ver y acto seguido procedió a probarlos él mismo, comprobando el efecto estimulante de la cafeína e iniciando el largo romance del café y los seres humanos.
 
Historias más actuales algunas sobre los animales y su relación con los seres humanos, tienen que ver con los movimientos que buscan protegerlos y defender sus derechos: las primeras sociedades formales de protección de los animales surgieron en la revolución industrial cuando se hizo evidente que caballos, burros y mulas, eran maltratados al realizar ciertos trabajos.
 

En el mundo actual esta defensa incluye cada vez más situaciones, quizá con la que estemos más familiarizados es la reciente prohibición del uso de animales en espectáculos como el Circo, que se ha ido extendiendo cada vez en más ciudades y estados de México, pero además muchas acciones actuales de defensa y protección de animales, incluye al uso que se le da a ciertas especies en experimentación. Al respecto hay grupos que se oponen totalmente al uso de animales vivos como modelos biológicos, aunque en contraposición a ellos, están los científicos que los consideran indispensables y que insisten además en que su trabajo con animales está regido por códigos de bioética, es decir que les dan un tratamiento respetuoso, en el que se minimiza el sufrimiento innecesario.
 
Y aunque no deja de ser un asunto polémico, es una realidad que muchos grupos de investigación en el mundo trabajan con animales de laboratorio buscando la posibilidad de encontrar resultados que nos beneficien a todos.
 
Este es el caso de un grupo de científicos liderado por el Dr. Roger Reeves de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos, que a finales del año pasado, publicó un estudio en el que describe que, al utilizar un compuesto experimental se logran mejorar las capacidades de aprendizaje y memoria en ratones que tenían una condición similar al síndrome de Down.*
 

El síndrome de Down es trastorno muy complejo que en los seres humanos es causado por tener tres copias, en lugar de dos, del cromosoma 21. Las personas con síndrome de Down en general tienen cerebros de menor tamaño que quienes no lo tienen, específicamente se ha observado que una región del cerebro importante en el control de los movimientos, el cerebelo, es casi de la mitad del tamaño que lo que se consideraría “normal”.
 
Así el grupo del Dr. Reeves se enfocó en buscar una sustancia que pudiera ayudar a normalizar el crecimiento del cerebelo, lo cual comprobaron inyectando el compuesto experimental en ratones recién nacidos, que genéticamente estaban diseñados para nacer con ciertas características similares al síndrome de Down en humanos, pero que al recibir justamente en su nacimiento, una sola dosis de dicha sustancia, sus cerebros se desarrollaban de manera normal hasta la adultez. Además de que tenían buenos desempeños en pruebas de aprendizaje y memoria.
 
Aunque estos resultados suenan muy alentadores, el mismo Reeves advierte que deben tomarse con cautela, pues este tratamiento está muy lejos de poder aplicarse de manera idéntica en humanos, siendo necesario considerar muchos factores, como primero entender con claridad la acción del compuesto empleado en el cerebro y la consideración de cómo podría afectar a otras células del organismo. Además de que dada la complejidad del síndrome de Down, no se podría hablar, ni en este caso, ni en otro, de algo así como una “cura” sino más bien de una aproximación para resolver ciertos problemas relacionados con esa condición.
 

De cualquier forma este tipo de ejemplos nos muestran que, sin importar si sólo nos acompañan o nos ayudan hacer descubrimientos e incluso entender ciertas enfermedades, todos los animales con los que compartimos el planeta merecen que los consideremos y los tratemos con respeto.
 
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*Aquí se puede consultar un resumen, en inglés, sobre el estudio del grupo del Dr. Reeves: http://www.hopkinsmedicine.org/news/media/releases/experimental_compound_reverses_down_syndrome_like_learning_deficits_in_mice

Y aquí el artículo original: http://stm.sciencemag.org/content/5/201/201ra120