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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
De amorosa raíz y de bienes raíces
Miguel Molina
21 de agosto de 2014
alcalorpolitico.com
Viéndolo bien, los inminentes Juegos Centroamericanos y del Caribe representan dos problemas que van a las raíces mismas de Veracruz. Uno de ellos tiene que ver con personas y el otro tiene que ver con terrenos.
 
El primer problema es de amorosa raíz. Tienen razón quienes han expresado duda, desconcierto, desaliento y confusión sobre qué pasará con el amor que se ejerce a un metro sobre el nivel del mal, si los moteles de la región estarán ocupados durante unas dos semanas por los delegados de más bajo rango de los equipos deportivos que viajen a Veracruz para los juegos.
 
¿A dónde irán a hacer lo suyo las parejas que no tienen dónde? Ya no les queda la penumbra de los cines (desaparecieron los rincones oscuros del Radio y del Variedades, y quién sabe qué habrá hoy en lo que fue la vasta extensión en sombras del Xalapa).
 

No pueden buscar en el monte amparo porque la noche ampara cosas terribles. Tampoco pueden ir a los parques ni refugiarse en los zaguanes, ni detenerse en los callejones ni en ninguna otra parte donde los pueda encontrar la pudorosa policía que vigila el recato de los deseos en vez de vigilar otras cosas...
 
Sin embargo, el amor carnal y la falta de lugares donde practicarlo propician cuando mucho un ejercicio intelectual de poca altura, como ya se dijo. Después de todo, siempre queda el recurso de hacer el amor que deja las rodillas trémulas...
 
El otro problema, de bienes raíces, provoca una reflexión más estricta y menos tolerante sobre los personajes que lo crearon, lo sostuvieron y lo mantienen.
 

Es que se sabe poco sobre los terrenos donde se construían las villas donde se quedarían los participantes de los juegos (dejando en paz, de paso, a las parejas cuya urgencia es respetable).
 
Se sabe, sí, que en Xalapa el gobierno donó diez hectáreas y veinticinco hectáreas en el puerto de Veracruz con la esperanza de que las constructoras terminaran a tiempo las viviendas, y las delegaciones pudieran alojarse en ellas. Nunca se supo bien a bien en qué términos se pactó el acuerdo, que tan sólo en Xalapa representa más de doscientos millones de pesos para Casas Carpín.
 
Hace dos semanas llamé desde Suiza a Casas Carpín con la esperanza de que me dijeran qué va a pasar con los terrenos. Virginia López, la secretaria que respondió el teléfono me dijo que el ingeniero Jorge Flores Lomán (segundo de a bordo del arquitecto Alfonso Aguayo, jefe de jefes de Casas Carpín) estaba en una reunión muy importante, y que los demás funcionarios de la empresa estaban de vacaciones. Pero me responderían por correo electrónico. Y ya no volví a saber de ellos.
 

Las cuentas nunca fueron claras. Nunca se informó con certeza cuántas viviendas se iban a construir, cuánto iba a costar cada una, qué beneficios iban a obtener las partes, nada o casi nada. La diputada priista Minerva Salcedo Baca aseguró que – por lo pronto – los terrenos de Xalapa valen alrededor de cuarenta millones de pesos. No he podido establecer con claridad cuánto valen los terrenos del puerto de Veracruz.
 
Lo que sí es claro es que alguien se va a ir al monte con muchos millones. Qué bueno que el propio gobernador Javier Duarte anunció que el Instituto Tecnológico de Xalapa no se va a quedar sin los edificios que le habían prometido a cambio de las diez hectáreas. Pero falta lo demás.
 
Lo que se necesita ahora es que el gobernador o alguien anuncie qué se va a hacer con los terrenos donados o trocados, aunque no diga qué va a pasar con las parejas que –al menos en teoría– se van a quedar sin un lugar donde quererse mientras la pasión les dure.