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Columnas y artículos de opinión
Café científico
A favor de las vacunas
Paula Ximena García Reynaldos
18 de julio de 2014
alcalorpolitico.com
Si ustedes, como yo, tienen hijos, hermanos menores, sobrinos, etc., seguramente estarán familiarizados con esa sensación de inquietud que surge cuando en la escuela del niño en cuestión nos avisan que hay un brote de alguna enfermedad contagiosa como varicela: a pesar de que no sirva de nada cruzamos los dedos esperando que no se contagien o en el peor de los casos que tengan un cuadro muy leve y no sufran mucho.
 
Afortunadamente muchas de estas enfermedades infecciosas sobre todo las más graves, son prevenibles con vacunas, la mayoría de las cuales, al menos en México, se encuentran en el esquema de vacunación gratuita de la Secretaría de Salud (aunque por cierto, la varicela no está).
 
En mi condición de mamá, me he encontrado con otra cosa que me causa aún más inquietud: he conocido cada vez más padres de niños pequeños –y no tan pequeños-, que tienen una opinión desfavorable sobre las vacunas y que deciden no vacunar a sus hijos.
 

Entre las explicaciones que he escuchado para esto están: que las vacunas son antinaturales, que la mayoría no son seguras o que no son necesarias.
 
Después de encontrarme en repetidas ocasiones con este tipo de comentarios, cuyas bases son más bien oscuras y con pocos fundamentos, he empezado a preocuparme y quisiera exponer algunos argumentos y aclaraciones.
 
Por diversas razones en la época en que vivimos, la condición de “natural” se ha vuelto sinónimo de benéfico, en contraposición a lo artificial. Sin embargo este no es un razonamiento válido, simplemente piensen en las mismas bacterias y virus que causan muchas enfermedades: son completamente naturales y no por eso son benéficos.
 

En el sentido que las vacunas son producidas en laboratorios industriales es que no son naturales y algunos padres consideran que es mejor que los niños “desarrollen sus defensas naturales” sin vacunarlos, cuando a fin de cuentas las vacunas tienen el mismo efecto: contienen agentes biológicos naturales, microorganismos muertos o atenuados, que no causan una verdadera enfermedad, sino que hacen que el cuerpo active sus defensas naturales y guarde una memoria, para que la siguiente ocasión que se encuentre con ellos pueda vencerlos evitando la infección.
 
Cuando nos vacunan sucede prácticamente lo mismo que cuando se contrae una enfermedad de manera natural: si nos contagiamos de sarampión una vez, no podremos enfermarnos de nuevo, la diferencia es que una vacuna mantiene sanas a las personas sanas: el cuerpo no tiene que sufrir verdaderamente la infección y sus complicaciones para lograr la inmunidad. No hay que olvidar que para muchas de las enfermedades prevenibles con vacunas una de las complicaciones naturales puede ser la muerte.
 
Otra preocupación de muchos padres es la seguridad de las vacunas, lo cual por cierto no es nuevo, ha sido una de las preocupación desde el inicio de la vacunación, pero realmente es fácil ver porque los padres de los niños del siglo XIX pensaba que era peligroso vacunarse: el primer procedimiento de vacunación desarrollado por el médico inglés Jenner, del siglo XIX consistía en inocular directamente la infección benigna de la viruela de las vacas a las personas, para evitar que contrajeran la maligna viruela humana.
 

Nada más diferente a lo que ocurre en la actualidad, las vacunas que usamos, son el resultado de años de investigación y desarrollo cuidadoso de formulaciones seguras que son supervisadas y probadas antes de usarse en grandes poblaciones.
 
Quienes nos hemos vacunado o vacunamos a nuestros hijos, sabemos que ocurren reacciones leves como fiebre, las cuales se consideran normales, sin embargo el hecho de que puedan existir otras reacciones graves es lo que preocupa a muchos padres, sin embargo los estudios que se han hecho hasta ahora muestran que la posibilidad de reacciones adversas reales para niños sanos es mínima.
 
Quizá una de las ideas más arraigadas en los padres que no quieren vacunar a sus hijos viene del infame estudio del médico inglés Andrew Wakefield, que en 1998 publicó una investigación fraudulenta que vinculaba las vacunas con el autismo en niños en edad preescolar. Casi una década después la revista médica The Lancet se retractó de la publicación del artículo, una vez que se comprobó que la investigaciones que Wakefield realizó incluyeron prácticas invasivas e innecesarias en los niños en cuestión como colonoscopías y punciones lumbares-, además de que el artículo estuvo motivado por fines de litigio, pues algunos padres de niños con autismo esperaban que con los resultados pudieran demandar a las farmacéuticas que producían las vacunas.
 

Más allá del fraude en las investigaciones de Wakefield, cada vez se cuentan con más elementos para saber que el autismo tiene causas genéticas y que incluso se origina durante el embarazo*, y que la asociación entre autismo y vacunas, tiene simplemente que ver con el hecho de que en la edad en que normalmente se diagnostica esta condición, es la misma edad en la que se ponen ciertas vacunas a los niños, entre los dos y tres años. Pero al hacer asociaciones de este tipo estamos incurriendo en una falacia pues la correlación no implica causalidad, esto sería como decir que el café causa la muerte, pues de todas las personas que en este momento están tomando café, todas morirán (por supuesto lo harán en algún momento, porque todos somos mortales, tomemos café o no).
 
Finalmente la efectividad de las vacunas ha ocasionado una falsa sensación de seguridad, muchos padres piensan que si el sarampión ya no es una epidemia o la poliomielitis está erradicada en México, ¿por qué tengo que vacunar a mi hijo contra esa enfermedad? La respuesta es simple, porque la enfermedad no está erradicada: hay países como India, donde todavía es un problema de salud. Recordemos que los virus no conocen las fronteras, mucho menos en una época tan global como la que vivimos.
 
Desgraciadamente una de las mayores ventajas de las vacunas es una de las cosas que ha jugado en su contra: las vacunas protegen a grupos de personas y no sólo a cada individuo, lo que disminuye la incidencia de infecciones en poblaciones completas, en lo que se llama inmunidad de grupo, y que gracias a siglos de vacunación se ha contribuido a la falta de vacunación haciendo que, de unos 10 años a la fecha, en países como Suiza, Austria, Israel, haya brotes de enfermedades prevenibles como el sarampión, o peor aún que existan enfermedades que dejan a los niños discapacitados como la poliomielitis.
 

Es importante que no perdamos de vista que las vacunas son un gran logro científico y tecnológico de la humanidad, que siguen siendo necesarias y que junto con otras medidas sanitarias nos han ayudado a todos a tener vidas más largas y sanas, no se las neguemos a nuestros niños.
 
Comentarios y sugerencias: [email protected]
También pueden seguirme en: @paux_gr
 
*Si quieren saber más sobre las causas genéticas del autismo, pueden leer:

http://alexiustoday.org/post/80877590448/nueva-evidencia-senala-que-el-autismo-comienza-durante