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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
La reforma a la reforma
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
21 de julio de 2016
alcalorpolitico.com
La doctora Silvia Schmelkes del Valle es la presidenta del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), organismo creado a propósito de la promulgación de la reforma educativa, y cuya finalidad es, precisamente, elaborar y aplicar los procesos evaluativos del sistema educativo nacional. Es una de las personas que más conocen el tema de la calidad de la educación, de lo cual ha escrito libros y muchos artículos. Su ubicación en ese Instituto fue, sin duda, acertado, pero… Pero la doctora seguramente pensó, al aceptar el cargo, que iba a tener la suficiente autonomía operativa y política como para poder llevar a buen término un asunto muy delicado y con muchas filosas aristas. No fue así. La prisa del actual gobierno para pasar a la historia como el constructor de un país acorde con los lineamientos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial (para que le suelten préstamos, como lo estamos viendo), y de otros organismos que intentan manejar el mundo entero, esa prisa hizo que se echara a andar una reforma educativa que, como señala la maestra Schmelkes, se ha centrado solo en un proceso cerrado, estéril, improvisado que no evalúa lo que debía y convenía hacer.
 
«Hay cosas –dijo la doctora– que consideramos irreductibles de la reforma, pero también creemos que la evaluación tiene que servir para mejorar, porque hasta la fecha lo que tenemos es evaluación, evaluación y evaluación, y todo lo que debe derivarse de ella, sobre todo a nivel de formación y apoyo para la escuela, no está fluyendo, particularmente a partir del Servicio de Asistencia Técnica a la Escuela» (http://www.jornada.unam.mx/2016/07/16/politica/006n1pol). Faltan los instrumentos de trabajo, los planes y programas de estudio, y antes, mucho antes, la formación del propio magisterio.
 
Aunque, como la doctora dice, hasta ahora la reforma educativa ha sido «evaluación, evaluación y evaluación», evaluar es un proceso inherente a cualquier actividad humana, pues siempre podemos hacer las cosas mejor. Y tratar de hacerlas mejor (o, al menos, bien) es precisamente reformar. Contra el empeño terco del secretario de educación y del mismo presidente de negarse a reconocer que lo que no funciona simplemente no procede y que el magisterio es un interlocutor y agente fundamental en el proceso educativo, la doctora Schmelkes señala: «Me parece que hemos aprendido del proceso. A lo mejor se hubiera podido considerar, antes de emitir las leyes, cuáles podrían ser los diferentes escenarios de sus consecuencias. Eso es algo que no se hizo, y ahora estamos aprendiendo como consecuencia del proceso. Así se aprende en la vida: es un ensayo y error. Lo que hay que hacer es corregir».
 

En efecto, en la vida se aprende –¡y mucho!– por acierto y error. Pero en educación no se pueden tirar escopetazos al aire, porque lo que se está jugando es la formación de la persona y el futuro del país.
 
La maestra reconoció que la única forma de saber cómo se desempeña un maestro es observándolo en el aula, «pero cuando metimos números y sobre todo logística, implicaba capacitar evaluadores que fueran capaces de evaluar a los maestros en el aula, y no una vez, sino varias, y no un solo capacitador, sino al menos dos. Cuando confirmamos esto, vimos que no era posible, por eso diseñamos instrumentos cualitativos». O sea, como señala Carlos Ímaz Gispert, articulista de La Jornada: «En palabras llanas, lo que nos confiesa la directora del INEE es que, como no podían acceder a la única forma de saber cómo se desempeña un profesor en el aula y evaluar lo que se debía evaluar, decidieron inventarse instrumentos que no evalúan lo que pretendían evaluar» (http://www.jornada.unam.mx/2016/07/18).
 
Ante los resultados nada positivos, la doctora indicó que «los ejes de la revisión de los procesos de evaluación docente serán: pertinencia, contextualización y amabilidad en el trato que se dé a los maestros. Entre las medidas que podrían aplicarse a la próxima etapa de la evaluación del desempeño –contemplada para noviembre– está cambiar su naturaleza para hacerla voluntaria».
 

No se trata, en una postura mesurada y razonable, de derogar la ley que ampara la reforma educativa, pero sí de reconocer que la improvisación y la terquedad de los funcionarios educativos (Chuayffet y Nuño) son irreconciliables con un proceso que urge al país, pero bajo lineamientos, procedimientos y actitudes diferentes. Porque, en opinión de la maestra Schmelkes «la reforma educativa tal como está aprobada pudiera no ser la que requieren el país y el magisterio para alcanzar una educación de calidad».
 
¿Está claro?
 
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