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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Tras el abrazo, el anatema
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
19 de mayo de 2016
alcalorpolitico.com
Decepcionados y enfurecidos por la decisión de los diputados locales de Veracruz de posponer la segunda votación a la reforma del artículo 4.º constitucional, las autoridades eclesiásticas de Xalapa arremetieron contra los legisladores en un comunicado incendiario (Número 108, 15/5/16). «Se esperaba –dice el documento– que los diputados fueran coherentes y se sostuvieran con una decisión valiente votando por la vida». Y como eso no sucedió así, se infiere que los diputados veracruzanos fueron (son) incoherentes, miedosos, recularon, se echaron para atrás y «votaron por la muerte»: «Nuestro estado huele a muerte y los diputados se dan el lujo de posponer una iniciativa que defiende la vida. Tal parece que la única intención que los mueve son las conveniencias de partido y los acuerdos de poder que solo benefician a unos cuantos».
 
Desde luego, los denunciantes no faltan a la veracidad: los legisladores, los actuales y los pasados y los que andan en campaña y pronto se auparán al poder, sin distingos de partidos, no tienen en su actuar político más interés que acatar las «conveniencias de partido y los acuerdos de poder». Parece que han dado suficientes pruebas de ello, y por eso no resulta ninguna novedad la denuncia sino solo por quien la hace, que no mucho tiempo antes, báculo en mano, aplaudía la manera de ejercer el poder y hasta otorgaba un beneplácito y una alta calificación a su desempeño. La última vez, hace una semana, cuando organizaron la manifestación callejera (en esta ocasión, sin mencionar cómo afectaba a terceros) y marcharon a abrazar «simbólicamente» a esos mismos diputados a los que ahora denostaron. No decimos que no tengan razón, sino que por ahí aparece el fantasma de la incoherencia a que se hace referencia en el manifiesto.
 
Y aún hay más: «No debemos olvidar que muchas de las desgracias que hoy lamentamos en nuestro estado fueron aprobadas de alguna manera en el Congreso; allí empezó el descarrilamiento que hoy sufrimos todos». Por obvios no se mencionan todos los componentes del «descarrilamiento», pero quizá hubiera sido necesario añadir a esa denuncia la confesión de complicidad y silencio culposo que hubo por cado uno de esos componentes y causantes de que «nuestro estado huela a muerte» y esté «descarrilado».
 

«Posponer la votación a favor de la vida es una decisión irresponsable que ojalá corrijan antes de las elecciones (seguramente será así); con este desprecio a más de 251 mil ciudadanos, los diputados manifiestan su complicidad con el poder, con la corrupción y con la violencia que azota la entidad». No sabemos si ese anatema cambiará tan pronto esos mismos diputados «irresponsables, cómplices del poder, de la corrupción y de la violencia» emitan su segunda votación a favor de esa ley que «defiende la vida», lo que seguramente ocurrirá en los próximos días, antes de las elecciones, según la advertencia del comunicado.
 
«Llama poderosamente la atención –dice el vocero de la Arquidiócesis– que a los diputados no les interesa la vida, prefieren la comodidad, optan mejor por no ser confrontados por los grupos a favor de la muerte; con esto se están perdiendo de una gran oportunidad de servicio a los veracruzanos que es el (son los) que los alimenta(n) y el (los) que sostiene(n) a sus familias. Con el voto a favor de la vida los diputados hubieran encendido una luz de esperanza en este estado de Veracruz que tiene olor a muerte. Pudieran haber hecho creíble su labor si hubieran elegido la vida en lugar de la muerte. Este grupo legislativo se ha permitido posponer la votación de la Iniciativa por la Vida; con esta señal que les están enviando a miles de ciudadanos, les dan luz para que ellos disciernan mejor su voto el próximo 5 de junio». Como quien dice: ahí está la advertencia, más clara que la luz. El problema es por quién votar entonces.
 
Y para rematar, el comunicado sentencia: «Ya basta de promesas incumplidas, ya no más violencia ni muerte; necesitamos un estado que ame y respete la vida de sus hijos. Los diputados tienen la responsabilidad de evitar que se siga derramando más sangre inocente si escogen la vida; de otra manera, el sustento que lleven a sus hijos estará manchado por la sangre de esas víctimas». Solo faltó el bíblico: y de generación en generación.
 

No existe en la memoria un anatema semejante en muchos años, quizá desde la Cristiada, porque las relaciones entre los poderes (político, religioso, económico y mediático) han sido tan limpias y puras como las once mil vírgenes. Lo difícil es entender cómo se sostenía esa armonía angelical y qué va a suceder en los tiempos por venir. Ya veremos.
 
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