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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Las cosas como antes
Miguel Molina
5 de mayo de 2016
alcalorpolitico.com
Y a primera hora del miércoles comenzaron las campañas – tal vez no todas – de los candidatos a diputados para la sexagésimo novena (creo que ya salió ahí alguien que habla de la sesenta y nueve) legislatura de Veracruz. Por suerte serán breves...
 
Sus campañas serán iguales que otras campañas antes, porque la política en México sigue siendo asunto de costumbres y las cosas se hacen como siempre se han hecho aunque muchos esperen que el resultado sea diferente, como pasa cuando la esperanza triunfa ante la experiencia.
 
De todos modos, el Congreso que viene tendría que evaluar lo que pasa en Veracruz, que no es poca cosa. Como ya se ha dicho en conversaciones más y menos privadas, en columnas y espacios de opinión, en las redes sociales (que pese a la desinformación y al acoso dan voz a muchos), en reuniones sindicales y de organismos patronales, en las oficinas y en la calles, y hasta en discursos de campaña, Veracruz está mal.
 

Nunca tan pocos habían causado o permitido tanto daño: el hecho es que falta dinero, mucho dinero, y nadie ha explicado dónde está ni en qué se gastó. También falta que alguien con autoridad investigue a dónde se fueron miles de millones, un misterio que no puede esperar medio año a que vengan otros, vengan de donde vengan desde que se terminaron las ideologías – si es que hubo – y se hicieron más importantes los intereses.
 
El caso es que ya andan por ahí más de doscientos candidatos. A treinta de ellos les tocará ver en qué estado reciben a Veracruz, y sin duda – con el apoyo de otros veinte a quienes no elegirá el voto popular – verán las cosas según el color de su partido pero tendrán que exigir que se llame a cuentas a quienes hicieron cuentas alegres y a quienes permitieron que lo hicieran. Al menos eso esperan muchos.
 
De todos modos, la fama pública – y percepción es realidad – del Estado veracruzano depende de los cincuenta que vienen, porque los cincuenta que se van no quisieron o no pudieron hacer nada para impedir la bancarrota que se produjo ante los ojos de todos. Y eso va a quedar sobre sus conciencias, sobre todo si otros como ellos encuentran la huella del dinero que no aparece.
 

¿Cómo van a explicar la falta de curiosidad sobre la relación entre la falta de recursos del estado y las fortunas explicables e inocultables de funcionarios y ex funcionarios? ¿Cómo van a justificar lo que dejaron de hacer? ¿Dirán que no les tocaba a los diputados vigilar el correcto manejo de la cosa pública?
 
¿Dirán que la ley no los obliga? ¿Dirán que se puede invocar la letra de la ley cuando no sirve a su espíritu? ¿Qué van a pensar cuando recuerden los tres años que pasaron en una posición de privilegio público sin darse cuenta del perjuicio que sufrieron las cosas públicas?
 
Los doscientos y alguno más van a tener que pensar muy cuidadosamente en qué se están metiendo: van a tomar decisiones en cosas que – como dijo Serrat – no tienen repuesto, y pueden cambiar la historia de Veracruz. No es poca cosa. Pero puede ser si siguen haciendo las cosas como antes.