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Columnas y artículos de opinión
Kairós
El ausente
Francisco Montfort Guillén
4 de mayo de 2016
alcalorpolitico.com
Las pasiones sociales, generales y dominantes, como las llamó Alexis de Tocqueville, están presentes en toda sociedad. En las democracias, el igualitarismo y el liberalismo constituyen hoy por hoy esas pasiones en cuyo tejido complementario y contradictorio discurre su vida social. En esas sociedades, que lo son porque han resuelto, mediante el sólido respeto de las leyes, el manejo prudente de los instintos de dominio absolutista, la cuestión del poder está regida, así mismo, por el gobierno de esas dos grandes pasiones democráticas y por un proyecto nacional compartido.
 
Mientras el acceso y el ejercicio del poder consuman las mayores energías de una sociedad, los ideales de progreso y modernidad serán relegados a un segundo término. El programa de acción de los partidos y los discursos de candidatos pueden incluir los más vivos deseos de remediar los problemas que perjudican a la sociedad. Pero la necesidad de cuidar neuróticamente su poder, los conduce al callejón sin salida de la disputa, día a día, con sus adversarios. Porque quienes han ostentado el poder por siempre viven con la angustia de su ilegitimidad, que se despliega a través de la lucha permanente en <<contra de sus enemigos>>, que no adversarios, y aún en contra de sus mismos aliados.
 
La ausencia de alternancia en el ejercicio del poder deforma los intentos de construir un régimen verdaderamente democrático. Ganar y perder en política, mediante elecciones, no sólo fortalece a los partidos en sus conductas democráticas. La competencia entre ellos hace de los ciudadanos actores principales, pues su aprobación o desacuerdo con la gestión de la cosa pública será el medio para la rotación o permanencia de los partidos en el poder. Así, son los ciudadanos quienes legitiman las acciones gubernamentales que podrán orientarse, según su ideología, a impulsar y hacer compatibles las grandes pasiones sociales.
 

En Veracruz, sus habitantes pesan poco en la política. Y carecen de trascendencia porque siempre han vivido sometidos al poder de un partido inmensamente absolutista y tutelar. Las normas que rigen las relaciones entre ellos son de sumisión y dependencia. Están hechos los unos para el otro, el otro para ellos. Partido y súbditos se comportan de la misma manera: las leyes son simplemente una referencia, un arma a la cual acudir en casos desesperados, tanto de los habitantes como de la autoridad.
 
La base es la misma: la Universidad Veracruzana demanda el pago de su financiamiento establecido legalmente en la ley de presupuesto. El gobierno responde en términos políticos veracruzanos, es decir, con anuncios que pretenden detener el conflicto en los medios, únicamente por imagen. Los empleados de SEFIPLAN demandan, mediante paro de labores, el pago de sus ingresos devengados. El gobierno tampoco paga, pero demanda legalmente a sus propios trabajadores. En ambos casos, las leyes son convertidas en insinuaciones, en amenazas, en avisos para después <<acordar, en negociación política, alguna solución>>. Hasta ahí.
 
Los veracruzanos viven una profunda situación dependiente de la burocracia gubernamental. Búsqueda neurótica de seguridad y de protección. Piden al gobierno solucionar todos sus problemas, dejando en él la iniciativa y la responsabilidad. Y el gobierno responde. Sus candidatos a gobernador, y el gobernador mismo se convierten en eternos emisores de ofertas de soluciones, día tras día, semana a semana, mes a mes, año tras año. Su actitud es más y es menos que una impostura demagógica. Sus ofertas son inalcanzables, irrealizables. Sus promesas son insustituibles para mantener clientelas, personas dependientes de la realización efectiva de lo prometido. Ambas partes saben del juego. Pero lo siguen jugando: algo obtendrán <<en el estira y afloja>>.
 

Por eso en la sociedad veracruzana carecen de significado real las grandes pasiones democráticas. No existen ciudadanos con la fuerza suficiente para defender, rabiosamente, su individualidad, la no interferencia del gobierno en sus asuntos y la creación de condiciones para que cada ciudadano realice su proyecto de vida de acuerdo a sus capacidades, intereses, deseos: la existencia de un Estado que le garantice su individualidad, sus derechos como ciudadano y miembro de la comunidad. Pero tampoco, y este es el mayor drama, existen ciudadanos capaces de demandar, exigir y lograr que el gobierno cumpla con sus obligaciones en tanto ente supuestamente calificado para construir el bienestar general a través de su ¿burocracia profesional?.
 
Veracruz vive, no obstante, bajo el dominio de un paternalismo absolutista, desobligado e irresponsable. Sus habitantes hace rato que perdieron, si es que alguna vez las tuvieron, las ideas comunes para fomentar las acciones comunes que dan por resultado la cohesión de un cuerpo social. Cada grupo protesta de acuerdo a sus intereses y peor, de acuerdo a los derechos humanos violados, ultrajados. En condiciones de desesperanza y de dolor, no pueden crearse lazos sólidos entre grupos dispares: no es lo mismo marchar por las reivindicaciones feministas, que hacerlo por la desaparición forzada de una hija a manos de tratantes de blancas.
 
Por sus actitudes, uno diría que los veracruzanos están de acuerdo en lo esencial: soportar cualquier tipo de gobernante, con la única condición de que sea del Partido Único: el PRI. En los medios de comunicación no existen debates sobre la orientación ideológica que debe tener el gobierno. Ni en sus universidades existe la sombra de un debate informado sobre las corrientes de pensamiento. Vamos: los universitarios ni siquiera se preocupan de esclarecer sobre las obligaciones y restricciones de las acciones gubernamentales. Su actividad, si alguna, se restringe a publicar descoloridos desplegados con los infaltables <<abajofirmantes>>.
 

El ciudadano ausente es el título de la gran obra del sistema político veracruzano. Aguantar tantas infamias, tantas humillaciones, tantas vejaciones de parte de los tres últimos gobiernos y seguir apoyando al partido en el poder es realmente doloroso. El votante veracruzano asemeja el prototipo representado por Pedro Infante en la película La oveja negra, en la cual vive todas las humillaciones de su padre borracho, pendenciero y jugador, aun cuando el mismo Pedro Infante llega a ocupar la presidencia municipal de su pueblo.
 
Nos quejamos, con mucha razón, de que la alternancia política en el ámbito federal no ha dejado los resultados por todos tan deseados. ¿Cuáles? Los que cada uno tenía en mente en el año 2000. Porque no contábamos con un proyecto en común, más allá de verbalizar <<sacar al PRI de Los Pinos>>. ¿Deseábamos un gobierno liberal en lo político y en los asuntos económicos, más una seria responsabilidad por la igualdad? ¿Queríamos un gobierno igualitarista a rajatabla que se ocupara de nivelar, como prioridad única, los niveles de bienestar? ¿En cualquiera de ambas posibilidades, estábamos de acuerdo en exigir la revolución fiscal que exigen cualquiera de los dos proyectos de auténtica modernidad, y sin la cual ni siquiera existe un verdadero Estado? No lo sabíamos. No lo sabremos nunca.
 
En Veracruz se asoma la alternancia política. No es un deseo. Es una necesidad. La realidad de este cambio se abre paso a tientas, mediante un parto muy doloroso, frágil y con peligros de aborto. Por primera vez en 86 años existe la probabilidad de que el PRI pierda las elecciones. Son muchos los síntomas del nacimiento inicial del niño democrático. Por esta razón, estamos obligados a pensar en el proyecto de gobierno, en la unión de los ideales liberales y socialistas que han sido unidos mediante una coalición. El desastre y la quiebra del gobierno, de la economía, de la seguridad pública, del sistema de salud, del sistema de pensiones, del sistema educativo representan problemas tan graves y enormes que estamos con la impresión de que no existe tiempo para pensar en ideales e ideologías. Yo pienso lo contrario. Estoy convencido de que necesitamos de un serio esfuerzo teórico para hacer exitosa la coalición política y, por ende, la alternancia. Esa puede ser la contribución del <ausente>>: el ciudadano comprometido con las causas auténticas de la sociedad veracruzana. La Universidad Veracruzana debiera estar haciendo un esfuerzo institucional para dar cauce, mediante poderosas razones, al sustento de un nuevo gobierno en Veracruz, que una ideales libertarios y socialistas. Libertad e igualdad que nunca podrá ofrecer el PRI y sus aliados, unidos únicamente para mantener su poder y ampliar el goce de sus enormes privilegios. No debemos dejar solo al nuevo gobierno de la alternancia. <<El ausente>>, hasta ahora, el ciudadano libre, debe aparecer en escena y ser su más fiel y más crítico acompañante.