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Columnas y artículos de opinión
Diario de un reportero
Hacer que todo cambie
Miguel Molina
4 de febrero de 2016
alcalorpolitico.com
Dirán que desde lejos las cosas se ven de otra manera, y sí: la distancia permite ver lo que pasa en Veracruz, porque – como dice el dicho – no hay árboles que impidan ver el bosque. Lo que se ve no es agradable: una administración quebrada que debe y no paga millones, un estado al que rebasó la violencia, un gobierno maltrecho, una generación política bajo sospecha.
 
Pocos dudan que se necesita un cambio. Es importante modificar la forma en que el próximo gobierno se comunique con los veracruzanos y cambiar los modos del Congreso, pero es urgente que el Poder Judicial permita que la gente sepa cómo está hecho y cómo funciona y por qué.
 
Este otro brazo del poder, encargado de supervisar las relaciones de las personas entre sí, y de aplicar a todos el Derecho, tiene ante sí la oportunidad de presentar su caso – si me permite decirlo así – ante quienes han terminado por asegurar que hay un corrupto en cada puesto público, y que no hay justicia ni la habrá porque el sistema es así, etcétera.
 

El sistema acusatorio que entrará en vigor a mediados de año no es nuevo en México. Cuando se escribía la Constitución de 1856 hubo propuestas que establecían el derecho de las personas a "que se les juzgue breve y públicamente por un jurado imparcial compuesto de vecinos honrados del estado" donde se habría cometido el presunto delito. La idea fue rechazada esa vez, pero terminó por adoptarse y se dejó de usar a finales de 1929.
 
Desde entonces, los procesos son asunto de expedientes y escritos y de audiencias con el juez o con quien estuviera a cargo de la secretaría del juzgado, de amanuenses que teclean los careos junto a la reja de los separos, cosas que pasan de oficina a oficina. Para muchos, el mundo de la justicia es algo ajeno y lejano, que se presta a cochupo sin dudas ni temores. Percepción es realidad en nuestro tiempo.
 
Habría que invitar a las organizaciones sociales y los clubes y las juntas de vecinos, y los comités de los partidos y los estudiantes de todos los niveles, y las canaco y las canacintras, y a todo tipo de público de todas partes a que vieran los ensayos de la nueva forma de impartir justicia, y a que juzgaran a quienes juzgan.
 

La oscuridad de la forma inquisitiva, que todavía se practica, no deja ver cómo funciona la máquina de la ley, y hasta la fecha impide que la gente vea y comprenda lo que se hace y la razón por la que se hace. La posibilidad de que cualquier persona pueda entrar a una audiencia y escuchar lo que alega cada una de las partes abre la puerta al escrutinio del sistema judicial, a las miradas atentas de los desconfiados...
 
Pero si los jueces se van a someter a la vista y la opinión pública, la procuración de justicia tendría que considerar nuevas formas de hacer las cosas, porque no se puede cambiar haciendo lo que siempre se ha hecho.
 
Muchos agentes del Ministerio Público y Judiciales y como se llamen ahora pasan demasiado tiempo en compañía de sus colegas o de delincuentes, y a veces de los dos, y trabajan en ambientes indescriptibles: asesinatos y muertes, riñas, robos y extorsiones, trata de mujeres, narcotráfico, delitos mayores y menores. Así cualquiera...
 

A ellos, o a que ellos lo permiten, les debemos el triste espectáculo de cuerpos balaceados, de cadáveres con huellas de tortura, de restos ensangrentados. Ellos, o a que ellos lo permiten, les debemos la legión de detenidos que enjuician los medios sin esperar a que decida un juez competente.
 
A ellos, o a que ellos lo permiten, les debemos que se violente en los medios el derecho de los muertos a la privacidad y al respeto. Y les debemos también las averiguaciones con vicios legales que obligan a los jueces a dejar en libertad a muchos acusados.
 
Sin embargo, como en el caso de los jueces, sería un error pensar que todos son corruptos, aunque no todos sean buenos. Lo que sí serviría de mucho es saber qué hacen las autoridades con los agentes infieles: si les aplican la ley como a otras personas, o si los dejan cruzar la línea que separa un mundo de otro, a dónde van los que se van, y dónde quedan los que se quedan.
 

El reto del Poder Judicial es probar que puede impartir justicia como quería Ulpiano hace diecisiete siglos: dando a cada quien lo que le corresponde según su derecho. El reto del próximo gobierno es hacer que cambien el Poder Judicial y el Poder Legislativo.
 
Pero quien mira hacia atrás no ve lo que tiene enfrente. Muchos, es verdad, esperan venganza. Otros esperan justicia, otros justicia y cambio y renovación. Otros no saben qué esperar o no esperan nada.