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Columnas y artículos de opinión
A salto de mata
Testimonio de un obrero subcontratado
Gino Raúl De Gasperín Gasperín
26 de noviembre de 2015
alcalorpolitico.com
Del maestro Edmundo López Bonilla, destacado escritor rioblanquense, he recibido una carta en la que se explaya sobre la situación de los trabajadores, sindicatos y patrones en el momento actual. Sus claros y contundentes conceptos merecen ser pensados y repensados porque proceden de su vivencia de 35 años como obrero subcontratado y, además, porque sus reflexiones son de un gran valor social y literario. He aquí su misiva íntegra:
 
Estimado Maestro:
 
Gracias por sus conceptos sobre el comentario anterior. Siento mucha satisfacción de que un intelectual tenga los pies firmemente asentados en la tierra y pueda ver los problemas de su tiempo.
 

En referencia al tema del trabajo, uno empieza y no hay para cuándo acabar. Por desgracia, quien emplea la fuerza de trabajo de quienes no tienen más que sus brazos y su inteligencia, considera que hace un favor a sus empleados. Alguna ocasión dije que el concepto de la lucha del pobre contra el rico no es cabal semánticamente, y que debería decirse: la lucha del rico contra el pobre, para sisarle hasta donde sea posible los haberes que devenga por su trabajo.
 
Gabriel García Márquez, en su florido lenguaje, pone en la boca del Patriarca una frase rotunda, refiriéndose a los dejados de la fortuna pecuniaria y por lo mismo, alquiladores de su humanidad y a quienes se benefician del estado de cosas: «se volverán a repartir todo entre los curas, los gringos y los ricos, y nada para los pobres, por supuesto, porque éstos estarán siempre tan jodidos que el día en que la mierda tenga algún valor los pobres nacerán sin culo». Claro que entre los curas, los gringos y los ricos, está la «clase media alta» (a primera vista, acaparada por las grandes corporaciones y el gran empleador que es el Estado), y la clase media a secas, cuyos miembros no son ni ricos ni pobres. En el primer de estos dos estratos, —externo lo que he comprobado— en el ámbito privado y en la burocracia se confunde el cumplimiento de las obligaciones con el servilismo y por lo tanto, son mal vistos quienes alegan derechos, por más que esos derechos estén dictados por el estricto respeto a lo justo.
 
Aprendí que los sindicatos, por convenios con las empresas, están obligados a proporcionar el personal especializado para labores que no sean de uso corriente en las factorías (obreros de la construcción mecánica o civil, con todas sus ramas: desde la construcción y el mantenimiento, hasta labores de limpieza y jardinería). Y en el caso de que el sindicato no pueda suplir el personal requerido, la empresa queda en libertad de admitir contratistas externos. Con la única exigencia, de que el contratista cumpla con los requisitos (principalmente de seguridad social), esto es, el contratista está obligado a presentar el comprobante de alta en el Seguro Social, y hasta ahí. Puede resultar que un trabajador sea dado de alta en el S.S. por la mañana y el mismo día sea dado de baja, pero siga trabajando y le sean descontadas las cuotas. Ese hombre ingresa a trabajar porque asume que la empresa, como contratante, actúa en la legalidad.
 

Se da por descontado que los trabajadores «libres» lo son porque no están afiliados a ningún sindicato y para que el trabajo no escasee, casi es indispensable no tener ligas de afiliación sindical. No hay derecho de antigüedad, ni seguridad en el empleo; a menos que se le conozca bien, es forzoso el examen previo sobre sus capacidades y el periodo de prueba. Puede ser obligado a trabajar en ambientes malsanos o peligrosos y, si la empresa contratante no lo exige, no dar implementos de seguridad. (Debo ser veraz: en este último punto, ha mejorado bastante la situación, porque en los descuidos en este rubro que resulten en accidentes, graves o no, hacen subir el cobro sobre el riesgo que pagan los contratantes al S.S., pero la posibilidad de omisión en los implementos necesarios se da); de más está decir que el trabajador puede ser despedido por cualquier motivo y si se apoca, con la liquidación que al patrón le dé la gana; el fin de año es fatídico, menudean los despidos por no pagar el aguinaldo y por supuesto: no hay reparto de utilidades. Para no ir más lejos: el famoso «outsourcing».
 
Realicé el periodo del trabajo manual como trabajador sujeto al «outsourcing», por lo que ese sistema no es nuevo. Trabajé treinta y cinco años en la construcción y voy en el decimocuarto de pensionado. Voy a ser reiterativo: dije en la presentación de «Acá de este lado»: «porque en mi lapso de trabajador activo y sin ligas con ningún sindicato, también sentí el vacío de las leyes laborales». Ni más ni menos, lo que los apresurados legisladores que estrenaban el cargo aprobaron, dando visos y asideros legales al sistema que funcionó de modo podríamos decir soterrado.
 
¿Ese sistema es malo? Si se toman en cuenta las condiciones del mercado laboral, no… Lo único malo es que el sistema político deja en manos del empleador la aplicación íntegra de tal esquema, y este lo hace a su gusto, con todas las ventajas, la protección oficial y la red de corrupción.
 

Maestro, visto con objetividad, como dice uno de mis personajes de «Con la vara que mides»…, «ya voy de salida». Pobres de los jóvenes actualmente y pobrísimo por los niños. Es cierto lo que alguien dijo: «los niños actuales nacen sin su torta». Pobres de los jóvenes, porque se han dejado arrebatar los que otros, en otros tiempos lograron. Pobres: porque se han dejado llevar por el embrutecimiento que les suministra la televisión. Pobres porque los lanzan a la vida con un bagaje mínimo (aunque hayan salido de una universidad)… Porque, machacón que soy, tendrán que trabajar en un mundo devastado por el apetito de los dueños del dinero y sus marionetas: los políticos.
 
Y aquí le paro, porque no quiero llorar.
 
Edmundo López Bonilla
 

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