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Columnas y artículos de opinión
Café científico
Nuevos elementos
Paula Ximena García Reynaldos
15 de enero de 2016
alcalorpolitico.com
Empezamos el 2016, como se empieza cualquier otro año: con buenas y malas noticias, es más como empezamos cualquier otro día, pues a final de cuentas la vuelta que completó nuestro planeta al Sol y a la que por convención hemos decidido marcar como 1 de enero, si lo pensamos bien no hace una diferencia real para muchas cosas, que podrían pasar siempre o cualquier día, pero que por la forma en la que a los seres humanos no gusta medir los ciclos que se completan, hace que les demos un significado especial.
 
Así, un día antes de que el año terminara, la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC, por sus siglas en inglés) confirmó los descubrimientos de cuatro nuevos elementos químicos, hecho por grupos de investigación de Japón, Rusia y Estados Unidos.
 
Sin importar el día en que se haya hecho, este anuncio de la IUPAC no quería decir los elementos en cuestión fueran descubiertos en vísperas de Año Nuevo, sino que hasta ese momento se verificaron por completo los datos aportados por los grupos de investigación que reportaban haberlos sintetizado, estableciendo así las prioridades de descubrimientos, pues muchas veces sucede que varios grupos de investigación reportan la obtención de un nuevo elemento y la IUPAC no sólo verifica la información aportada, sino también busca establecer quién hizo el descubrimiento primero.
 

Estos “nuevos” elementos, con números atómicos 113, 115, 117 y 118, al igual que los que se han agregado a la tabla periódica en las décadas recientes, son sintéticos, es decir no se encuentran en la naturaleza, forman parte de lo que denominamos elementos superpesados, es decir elementos con número atómico mayor a 100, es decir que sus átomos tienen 100 protones o más, en sus núcleos. Los elementos son sustancias que formadas por un mismo tipo de átomos, todos los átomos están formados por un núcleo con protones -partículas positivas- y neutrones -partículas sin carga-, además de cierta cantidad de electrones -partículas negativas- que rodean al núcleo, todas estas partículas subatómicas son importantes en los átomos, pero los que les dan su “identidad” a los átomos son los protones del núcleo, y el número atómico con el que están ordenados en la tabla periódica hace referencia a ese número.
 
La antigua idea de los alquimistas de transformar el plomo en oro, suena un poco menos mística si consideramos que al añadir o quitar protones en el núcleo de un átomo podemos pasar de un elemento a otro: así el plomo con número atómico 82, podría convertirse en oro, con número atómico 79, si le quitáramos “nada más” tres protones. Como sabemos los alquimistas nunca lograron esto, en parte porque sus ideas eran más mágicas que científicas, pero también porque andar quitando o poniendo electrones en los átomos no es algo nada fácil, ni mucho menos algo que pudiera haberse hecho en el siglo XV -y dicho sea de paso, varios alquimistas pudieron descubrir algunos elementos-.
 
Pero el descubrimiento de estos elementos superpesados no se logra a través de reacciones químicas, en matraces, ni siquiera en los laboratorios químicos convencionales, sino que se deben emplear aceleradores de partículas, con los que se busca hacer chocar núcleos de átomos menos pesados, para que se fusionen y formen núcleos más grandes. Esto por supuesto no es proceso fácil, ni barato, ni siquiera asegura obtener un nuevo elemento, del cual tampoco se tendrá al final una muestra tangible, sino simplemente la evidencia de su existencia en una serie de datos obtenidos en una computadora, que los investigadores deben revisar e interpretar para conocer si en algún momento del experimento, han existido, al menos por una fracción de segundo, algunos átomos de un elemento “nuevo”.
 

Porque además resulta que los átomos de estos elementos superpesados son muy, muy inestables, así que su existencia -llamada vida media- es, en los mejores casos de algunos segundos, o si acaso de fracciones de segundo. Los nuevos elementos, con números atómicos 115, 117 y 118, que la IUPAC ha reconocido como descubiertos de manera conjunta por grupos de EUA y Rusia, tienen vidas medias que se miden apenas en milisegundos; mientras que el nuevo elemento con número 113, descubierto por un grupo de investigación en Japón -y que notablemente es el primer elemento reconocido en haber sido descubierto en ese país-, es un poco más estable pues sus átomos existen durante casi 20 segundos.
 
Hasta ahora estos elementos sólo son llamados por nombres provisionales que provienen de sus números atómicos, así el elemento 113 es llamado por ahora ununtrio, pues cada “1” en el número atómico se denomina “un”, mientras que el “3” se indica con “tri”, terminando al final con una “o” para todos los nombres provisionales de los elementos en español (en inglés la terminación es “ium”), de este modo el elemento 115 es ununpentio, el 117 es ununseptio y el 118 es ununoctio. Incluso tienen símbolos provisionales: 113, Uut; 115 Uup; 117 Uus y 118 Uuo.
 
Pero ahora que la IUPAC ha reconocido a sus respectivos descubridores (que de hecho en cada caso son grupos de más de 20 personas), los “padres” de cada elemento tendrán en privilegio de nombrar a su respectivo superpesado e inestable hijo, eso sí tomando en cuenta los lineamientos de la IUPAC que indica que los nombres de elementos pueden ser asignados en honor a un científico, a un lugar o pueden estar relacionados con alguna propiedad del elemento en cuestión. Seguramente conoceremos los nombres definitivos en el transcurrir de este año, junto con muchas otras noticias interesantes y asombrosas que nos traerá la ciencia y podremos disfrutar juntos con un café.
 

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