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Sección: Estado de Veracruz

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La muerte del pequeño burgués - Franz Werfel 

30/04/2024

alcalorpolitico.com


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Franz Werfel
“La muerte del pequeño burgués”
Editorial de la Universidad Veracruzana

La editorial de la Universidad Veracruzana compiló tres relatos del escritor Franz Werfel, un poeta, dramaturgo, novelista, judío y católico considerado uno de los autores más importantes de la República Checa y de la literatura germánica; el título forma parte de la colección Biblioteca del Universitario, publicado con el número 54, se llama “La muerte del pequeño burgués”, consta de 151 páginas. El prólogo lo escribió Roberto Culebro.

El primer relato que presenta el volumen es el de “La casa de la aflicción”, un prostíbulo elegante donde se reunían los aristócratas de la época, cuya concurrencia se ve inserta en un momento que marcará el devenir de la historia del mundo: el asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria, ocurrido el 28 de junio de 1914, que será tomado como el detonador de la primera guerra mundial.

De esta novela corta hay que destacar, además del personaje principal Maxl Stein, a Ludmila, la consorte más hermosa del lugar que se permitía elegir a los clientes, desdeñando a los que consideraba inferiores.
En seguida, está la historia del “Pequeño burgués”, que da el nombre a este libro, catalogada como la más famosa novela del escritor checo.

Sumida en una casa pequeña, adaptándose a la vida de la posguerra, en la Viena Roja, después de 1919, se encuentra la familia que componen un antiguo portero de la Tesorería Real e Imperial llamado Karl Fiala, su esposa María y el hijo de ambos, el joven Franzl que rebasa los 30 años, pero sigue siendo una carga porque es un epiléptico, y Clara, una mujer hosca y de mal carácter (hermana de María) a la que temen los tres.

En una atmósfera gris, los personajes ven transcurrir el día, con apenas unos atisbos de la felicidad que les robó la guerra. Tanto Karl como María guardan unas fotografías que evidencian su pertenencia a una pequeña burguesía.

“El señor Fiala se deleitaba con esas relumbrantes glorias del pasado, sin identificar ni una sola vez al magnífico y orondo personaje de la fotografía con el desaliñado anciano que la contemplaba. El individuo del retrato y el actual almacenero de remendada camisa eran dos seres diferentes. El único parecido radicaba en las barbas, que eran iguales en uno y otro. Iguales, pero distintas. Porque ¿quién podía comparar aquellas pobladas y audaces patillas imperiales con los ralos mechones canos que colgaban a uno y otro lado de la cara del señor Fiala?

Fiala había devenido en almacenero, pero su alma siguió siendo la misma: nunca perdió la bondad ni su naturaleza de hombre digno y ordenado, un jefe de familia a cabalidad que ofrendó su poco dinero y su salud para que su esposa pudiera cobrar un seguro de vida.

Pareciera que todo su ser le exigía no dar margen a claudicar sin haber cumplido su deber. Así murió Karl, vigilando su propia entrada al otro mundo. Y el último relato, “El secreto de un hombre”, también da cuenta de un personaje sufrido, de Saverio, un pintor de mundos confundidos.

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